Como recordarán, el gobierno de la Claudia anunció hace poco
tiempo atrás que la nueva constitución, esa que nos llevará raudos al Chile que
Todos Queremos, se discutiría durante su periodo presidencial, sin embargo se llevaría
a efecto durante el próximo gobierno. La razón jamás la explicaron, aunque no
se necesita ser demasiado inteligente para encontrar el motivo, más aun si el
propio senador Navarro apoyó la iniciativa: Los votos para desmantelar la
institucionalidad no están; sin embargo, suponen que podrán obtenerlos luego de
la próxima elección parlamentaria sin sistema binominal.
Pero todo cambia, y la Claudia anunció que tendremos nuestra
constitución “plenamente democrática” durante su mandato. ¿A qué se debe el
cambio?, aun no lo sabemos, aunque podemos comenzar a suponer qué mueve al
gobierno de la Nueva Mediocridad a cambiar el panorama.
Si los votos para aprobar una constitución bolivariana no
existen y el prestigio del gobierno y el de Nuestra Señora de los Milagros están
por los suelos, contamos con aun menos posibilidades que nunca para redactar la
constitución soñada por terroristas, fanáticos y ladronzuelos varios que se
quieren eternizar en el poder. ¿Entonces?.
De partida, pienso que tendremos AC o algo parecido, lo que por
supuesto, es ilegal. Y la razón me parece obvia, esa sensación de imbatibilidad
que se respiraba en palacio hasta el estallido del caso Caval ha desaparecido,
y con ello, la convicción de tener la próxima elección en el bolsillo. Entonces,
sienten que deben apurar el paso o se pueden encontrar sin poder, sin constitución
y sin botín de aquí a tres años más.
Además, la nueva constitución y sus respectivos cabildos,
tocatas, kermeses, tomateras, reuniones callejeras, declamaciones públicas,
tomas, saqueos, intervenciones urbanas, performances plásticas, tallarinatas a
beneficio, demostraciones culturales y otras varias muestras de cultura cívica,
enviarán los casos de corrupción a dormir el sueño de los justos, primer paso
para remontar en las encuestas y así poder continuar con las “reformas
estructurales que el país demanda”, aunque las encuestas demuestras que en
realidad casi nadie las demanda desde que se dieron cuenta que la cuenta no la
pagarán “los poderosos de siempre” sino ellos mismos.