El cura rojo jesuita (valga
la redundancia), Felipe Berrios, se choreó con la alcaldesa de Antofagasta,
doña Karen Rojo, quien solicitó el desalojo de 26 campamentos de su comuna, donde
malviven unas 3.000 familias, aunque no sé si los terminará desalojando. Ya
sabemos como es este negocio de la política.
Según Berrios, el 80% de esta
gente es inmigrante, lo que es asunto de ellos; la mayoría se fue a meter en
quebradas peligrosas con cables de alta tensión, lo que tambien es problema de ellos
ya que nadie los obliga a vivir ahí, y remata diciendo que una pieza de 3x3
cuesta 200 lucas de arriendo y supuestamente esta gente no lo puede pagar. Todo
muy dramático, como pueden ver.
El cura rojelio termina su
exposición con la pachotada de preguntar si los piensan lanzar al mar. Seguramente
muchos se impresionan con este “drama humano”, pero yo no. ¡Escándalo
nacional!, la especialidad del cura Berrios.
Cualquier persona
desapasionada con un mínimo de inteligencia puede desentrañar este asunto. En
Antofagasta hay 3.000 familias viviendo en un lugar que no les conviene vivir.
Entonces, ¿cuál es la razón para seguir viviendo en esas condiciones?.
La razón ya la conocemos,
incluso la sabe muy bien el cura rojo. Están viviendo en esas condicionas a la
espera de que les regalen una casa a costa de los contribuyentes que ya pagaron
o están pagando la suya. Si no viven en la pobreza no son pobres, y si no son
pobres no les regalan una casa. La pobreza no es tan mal negocio como algunos
piensan, si se conocen los vericuetos de la burocracia que vive de los votos de
los pobres a cambio de una casa de regalo.
Berrios, siempre locuaz,
asegura que vivimos en un sistema (el famoso modelo), que “no solo produce
basura sino que produce gente que es considerada basura”.
Berrios se
refiere al capitalismo, aunque nosotros sabemos que lo que incentiva a esta
gente a vivir ahí es el socialismo. Y Berrios también lo sabe, por eso no trago
a este cura farsante.
Como bien nos
explicó Milton Friedman, el problema no es la inmigración, sino el “estado de
bienestar”, el que en este caso desincentiva el ahorro, la formalidad y el buen
vivir y promueve que la gente viva en medio de la basura para obtener el
beneficio anunciado.