Los Carlos
de Penta y su pareja de perros fieles, Bravo y Wagner, y el resto de los que
jugaban a los gerentes están procesados. A Jovino ya lo condenaron. Pablito
está listo para foto; de nada le sirvió salvarle el pellejo a Lagos y compañía
aquella desgraciada vez. A Golborne ya lo avisaron, será el próximo en caer. El
senador Orpis está hasta el cogote. No sabemos aún qué les sucederá a la Ena y a Moreira. Todos UDI.
El Ominami
viejo ya se salvó, los delitos están prescritos. El Ominami chico aún no ha
sido querellado por el el SII, brazo armado del gobierno. Del resto de los
rojos no sabemos nada nuevo, solo que son ladrones como gato de campo, pero no
los van a tocar. Los pobres infelices de Martelli y Valero, mas algún otro
ratón de cola pelá, pagarán por toda la Nueva Mediocridad. Las
instituciones funcionan. ¡Y cómo funcionan!.
Muchos
podrán opinar que esto es una vergüenza, yo solo pienso que es ejercer el poder
en un país corrupto. El que puede abusar lo hace, así ha sido siempre.
A Piñera no le sucederá nada, tiene mucho dinero, y con eso se
compran huevos y voluntades. A los empresarios millonarios miembros de la
Alianza Público Privada que repartieron dinero a diestra y siniestra,
tampoco les sucederá nada por dos razones. Saben demasiado y si les pasa algo
se puede “filtrar” alguna información bombástica relacionada con la clase de
ratas malolientes que son los políticos y de que mano están comiendo y, porque
una vez que todo esto termine y la gente comience a mirar hacia otro lado, los
políticos seguirán necesitando dinero para mantener su estatus de vida burguesa
y sus amigotes coludidos les solucionarán el problema, no con facturas y
boletas ideológicamente falsas, sino con bolsas plásticas llenas de billetes
usados y numeración no correlativa, al más puro estilo Las Vegas. La corrupción
no dejará de existir, al menos no mientras el planeta esté habitado por humanos.