Luego de la
inevitable caída de Peñailillo, Arenas y el resto de la jauría, los
supuestamente moderados intentaron, supuestamente, llevar al gobierno de las “transformaciones
profundas” al centro. Los moderados son siempre los más ingenuos, y los que se
hacen pasar por moderados, los más pillos.
Los más
pillos aún son los comunistas, quienes hoy gobiernan Chile con un 5% de apoyo
popular, el control de las calles y el miedo generalizado. Entonces, los
comunistas, encabezados por la comunista número uno de Chile, la comandante
Claudia, aceptaron tácticamente una supuesta intervención en el gobierno. La
patria estaba a salvo, el modelo sobreviviría.
A partir de
ese momento, los moderados, que a estas alturas ya eran colaboracionistas,
comenzaron a validar las “reformas profundas” dirigidas por los dos flamantes ministros,
el de “interior de centro” y el de “hacienda de centro”.
Desde ese día
se han quemado más camiones y fundos desde que Michimalonco vandalizaba los fuertes
españoles; se aprobó la ley de aborto; se recolectaron todas las supuestas opiniones
del pueblo llano sobre la nueva constitución bolivariana; se redujo la inversión
a niveles solo superados por el gobierno de los upelientos y se envió la nueva
ley de matrimonio homosexual con adopción incluida, entre otras maravillas del
progresismo que evita el progreso. Los comunistas habían triunfado. La revolución
siguió su planificado curso, gracias a los “ministros de centro” que calmaban
los ánimos y entregaban falsas esperanzas mientras la extrema izquierda
continuaba gobernando.
El primero
en darse cuenta que estaba haciendo el loco fue Burgos, quien renunció. Hoy
renunciaron los ministros Valdés y Céspedes, además de Micco, solo seis meses
antes del término del gobierno de las “transformaciones profundas” que ayudaron
a mantener en pie y llevar a infeliz término. Bachelet nunca los quiso, solo
los soportó en nombre de la revolución, y cuando fue necesario tomar partido
ente ellos y los suyos, no dudó. Era obvio, no pudo ser de otra manera.
Dicen que no
se debe decir “se los dije”, pero no me queda más remedio que decirlo: se los
dije cuando entraron al gobierno, y pasó lo que tenía que pasar.