PARA SUBIR AL CIELO SE NECESITA...

Está interesante el lio hollywoodense. Al productor judío acusado de violación, abuso y extorsión sexual a dulces jovencitas con ansias de fama, se unió una acusación al actor Kevin Spacey, por haber ofrecido medio kilo de huachalomo a un joven actor de 14 años. Don Kevin, como buen actor que es, asegura no recordar los hechos, y de haber sido cierto, fue, según él, por estar cufifo. Y como forma de defenderse, o victimizarse, o vaya a saber uno la razón, confiesa su homosexualidad.

Lo entretenido del caso del productor judío, es que las damiselas afectadas aseguran que el gordito votado a machote actuó así durante décadas, sin embargo solo una docena de ellas son las que aseguran haber rechazado las tiernas ofertas de supuesto amor, por lo que extrapolando las cifras, me imagino a miles y miles de señoritas que no dudaron a la hora de prestar sus servicios a cambio de fama y fortuna. Esas miles no dicen nada.

En cuanto al “caso Spacey”, los homosexuales aparecieron en masa para declarar ofuscados, sin que al parecer nadie les preguntara, que no podemos confundir homosexualismo con pederastia. Que ambas cosas no están relacionadas. Eso dicen. Yo no lo sé, pero tantas declaraciones ofrecidas sin ser pedidas y efectuadas como gato de espaldas me hacen dudar.

El asunto es que hoy sale a la luz lo que siempre se ha sabido, que el rubro cinematográfico –y no solo- es Sodoma y Gomorra, y que para llegar al cielo generalmente hay que vender cuerpo y alma. Es el precio por obtener “éxito en la vida”. También podemos con firmar una vez más, que obviamente todo el mundo sabía lo que pasaba, no solo por el tiempo transcurrido, los comentarios de pasillo y la habitualidad de la situación, sino por lo difundido de la costumbre.

Es igual a la colusión, les papers e informes truchos, los robos masivos al erario nacional y demás situaciones arraigadas en la tradición nacional. “A las finales” todo es igual aquí y en la quebrada del ají. El que tiene poder abusa de él, el que no lo tiene se arrima al poderoso y a cambio se deja abusar, y los que preferimos quedarnos a un lado y caminar por nuestra cuenta, somos “huevones raros”. Pues prefiero ser un huevón raro y morir en la mía, antes de tener que chuparle la corneta a algún huevón no-raro ¿Y qué jué?...